ESTADOS UNIDOS — La crisis actual en Estados Unidos, para algunos, refleja una supremacía blanca promovida por el presidente Donald Trump, evocando el fascismo clásico a través de un nacionalismo trasnochado. Para otros, es la manifestación de las contradicciones inherentes al capitalismo mundial, gestadas por la tensión entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción.
Desde la consolidación del capitalismo en la Revolución Industrial, sus contradicciones han sido una constante. Estas, al exacerbarse, han permitido renovaciones, pero siempre generan nuevos conflictos. Hoy, en EE.UU., el racismo y el nacionalismo de Trump pretenden resolver estas tensiones, retrocediendo a prácticas que la Segunda Guerra Mundial buscó erradicar, como la supremacía aria de Hitler.
El nacionalismo ortodoxo, o «chauvinismo» según los soviéticos, choca con la globalización, que elimina fronteras para el comercio y el capital. Trump rechaza este mundo interconectado, imponiendo aranceles que desatan una guerra comercial. Esto no solo afecta a los consumidores estadounidenses, sino también al empresariado, pilar del capitalismo, que enfrenta pérdidas por estas políticas.
La bandera de la supremacía blanca ha llevado a Trump a intensificar la persecución de migrantes, especialmente latinos, caribeños y africanos, tildándolos de criminales para justificar redadas masivas. Sin embargo, estos migrantes son la mano de obra barata que los grandes empresarios han explotado para acumular riqueza, evidenciando una contradicción en el discurso de Trump.
La resistencia crece: gobernadores, congresistas, senadores y organizaciones civiles defienden a los migrantes y rechazan las políticas de Trump. Los asesinatos de la senadora demócrata Melissa Hortman y su esposo, junto al atentado contra el senador John Hoffman en Minnesota, son síntomas de una crisis política alimentada por el racismo y el nacionalismo promovidos desde la Casa Blanca.
Esta crisis, apenas en sus inicios, podría ser frenada por los grandes capitalistas estadounidenses mediante negociaciones o un cambio político en las elecciones de noviembre de 2026. Sin embargo, las soluciones de Trump representan una involución para el capitalismo norteamericano, incapaz de resolver las contradicciones actuales sin agravar las tensiones sociales y económicas.