Tragedia: Menores desaparecidos fueron encon sin vida

Los cuerpos de Dencel Gallegos y José Zelaya, menores desaparecidos fueron encontrados en estado de descomposición.
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HONDURAS — El martes 15 de octubre, se confirmó el trágico hallazgo de los cuerpos sin vida de Dencel Gallegos, de 13 años, y José Zelaya, de 15 años, en Catacamas, Olancho. Ambos menores habían sido reportados como desaparecidos el domingo anterior, lo que provocó una intensa búsqueda por parte de las autoridades locales tras recibir la alerta de sus familiares.

Don Jorge Zelaya, padre de José, relató que el domingo había dejado a su hijo encargado de un taller de motos familiar mientras él asistía a la iglesia. Al regresar, lamentablemente, su hijo ya no estaba y no había rastro alguno de su paradero. Testigos afirmaron haber visto a José dirigiéndose a un destino desconocido en su motocicleta.

Con el transcurso de la búsqueda, la Policía Militar descubrió los cuerpos de los menores en avanzado estado de descomposición en la colonia La Nueva Era. Se presume que fueron ejecutados en una remota zona montañosa. Una motocicleta fue encontrada en una «Casa Loca«, lo que llevó a las autoridades a seguir esa pista crucial.

Actualmente, elementos militares resguardan la escena del crimen mientras los familiares de los fallecidos se han acercado al lugar para confirmar la identidad de los cuerpos. Los jóvenes Dencel y José eran primos, unidos por lazos familiares y desafortunadamente, por un destino trágico.

La región de Olancho, una de las más extensas de Honduras, ha sido asolada por la violencia durante años. Factores complejos contribuyen a esta situación, tales como el narcotráfico y el crimen organizado, que han encontrado en Olancho un corredor estratégico para el tráfico de drogas hacia el norte. La alta disponibilidad de armas de fuego exacerba los conflictos violentos, mientras las disputas por tierras y recursos alimentan las tensiones entre comunidades rurales.

Además, la limitada presencia de fuerzas del orden en zonas rurales permite que los grupos criminales operen con impunidad, perpetuando un ciclo de violencia y venganza. Esta cultura de violencia personal y comunitaria continúa siendo un desafío formidable para la paz y la seguridad en Olancho.