EL SALVADOR — En el cantón El Castaño, distrito de Caluco, Sonsonate, los habitantes viven una calma que parecía inalcanzable hace nueve años, cuando un éxodo masivo provocado por las amenazas de la pandilla 18 obligó a 85 familias a abandonar sus hogares en septiembre de 2016. La implementación del plan de seguridad del presidente Nayib Bukele, iniciado en 2019 y reforzado con el estado de excepción en marzo de 2022, ha transformado la realidad de este poblado rural, eliminando el temor a la violencia y permitiendo a los lugareños retomar sus vidas sin el acecho de estructuras criminales.
En 2016, el asesinato de Francisco Zepeda Barrientos, de 64 años, a manos de Marvin Arnoldo Valencia, alias “Chimbolo”, cabecilla de la pandilla 18, desencadenó una ola de miedo que llevó a residentes como Irma Barrientos y Juan José Zepeda a huir hacia Caluco o Casa Maya, dejando atrás pertenencias y cultivos. “Salir del lugar donde he vivido toda mi vida fue duro”, relata Zepeda, agricultor de 64 años, quien hoy camina sin temor por las calles de terracería. Vecinos como Santiago Flores destacan la tranquilidad actual: “Se puede trabajar con tranquilidad, no andamos con miedo”.
El centro escolar de El Castaño refleja este cambio. En 2016, la matrícula cayó de 108 a ocho estudiantes, según la exdirectora Dora Elena Rodríguez. Hoy, 113 niños llenan de bullicio la escuela, y los agentes policiales, antes temidos, son recibidos con abrazos. Elsy Perdomo, quien también huyó en 2016, celebra las risas infantiles que reemplazan el silencio de aquellos días. La estrategia de Bukele, que ha encarcelado a más de 85,000 presuntos pandilleros, es elogiada por los residentes, aunque críticos señalan que ha implicado suspensiones de derechos civiles. Una investigación de ProPublica sugiere que el gobierno de Bukele pudo haber negociado con pandillas en sus primeros años, pero los habitantes de El Castaño aseguran que la paz actual es innegable.