HONDURAS — Henry, un joven hondureño de 17 años, vivía solo en un cobertizo sin alimento ni abrigo en Pensacola, Florida, tras la deportación de su madre meses atrás. Rescatado por trabajadores sociales del Departamento de Niños y Familias (DCF) y llevado a un hogar de crianza, parecía haber encontrado protección. Sin embargo, el 9 de junio de 2025, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) lo esposaron con grilletes en los pies, tratándolo como un criminal, a pesar de ser un menor bajo custodia estatal.
La acción del DCF contradice una política de tres décadas que prohíbe actuar según el estatus migratorio de un menor, cuya prioridad debería ser la protección. Fran Allegra, exdirectora de una agencia de acogida en Miami-Dade, advirtió: “Si esto es un cambio formal en la política del DCF, pone en riesgo a los niños de Florida. Reduce las denuncias de abuso y aumenta el miedo en las comunidades migrantes”. Los registros sugieren que Henry podría ser víctima de trata laboral, pero en lugar de asistencia, fue entregado al sistema de deportación.
La senadora estatal Ileana García, republicana de Miami, rompió el silencio sobre el caso, calificando la detención de Henry como parte de un “esfuerzo desesperado por cumplir con una cuota de deportaciones”. García, conocida por apoyar políticas migratorias estrictas, señaló que trabajó para que el menor permaneciera bajo custodia estatal y alertó sobre un patrón alarmante: el ICE accede a información de menores en hogares de acogida para detenerlos. “Uno pensaría que tendrían más protección”, expresó.
El caso de Henry no es aislado. Expertos indican que la Oficina de Reubicación de Refugiados (ORR) es más reacia a aceptar casos de menores no acompañados ya presentes en Estados Unidos, y los recortes de fondos para abogados defensores de niños migrantes, junto con el acceso del ICE a bases de datos, facilitan su localización y detención. Henry, como muchos centroamericanos, huyó de la violencia y la pobreza, pero tras ser separado de su madre y vivir en la indigencia, el sistema que lo rescató lo traicionó al entregarlo.
La historia de este menor hondureño expone fallas en las prácticas institucionales de Florida y cuestiona cómo el estatus migratorio puede pesar más que el deber de proteger a un niño. Henry no cometió delitos; solo cruzó una frontera buscando sobrevivir. Sin embargo, en lugar de ayuda, fue tratado como una amenaza, dejando un mensaje claro: en el actual clima migratorio, incluso los niños enfrentan el riesgo de ser esposados en lugar de protegidos.