Desde que Valeria Márquez fue asesinada en plena transmisión en vivo, el país ha estado sumido en un torbellino de teorías, indignación y miedo. Pero nadie estaba preparado para lo que Omar García Harfuch, una de las figuras más reconocidas en temas de seguridad en México, revelaría días después: la existencia de una red oculta de influencers vinculados a actividades ilegales, chantajes y operaciones digitales encubiertas.
Y lo peor: Valeria no solo sabía de esa red… formaba parte de ella, hasta que intentó salirse.
Según los informes que Harfuch compartió con medios nacionales, esta red estaba compuesta por al menos 15 influencers de alto perfil, quienes aparentaban vidas glamurosas mientras servían como piezas clave en una operación de manipulación digital que incluía desde difusión de propaganda pagada hasta encubrimiento de escándalos políticos.
Algunos incluso habrían recibido pagos millonarios para atacar o proteger ciertas figuras públicas en sus cuentas de TikTok, Instagram y X.
Valeria, al parecer, estaba lista para romper el silencio. Semanas antes de su muerte, comenzó a tomar distancia del grupo. Varios de sus allegados reportaron que ella estaba angustiada, paranoica, y que había comentado tener miedo de ser vigilada. En sus últimos videos, algunos fans notaron un cambio de tono: menos risas, más indirectas.
Según Harfuch, estos cambios no eran casuales. Valeria habría obtenido acceso a documentos y capturas de pantalla que probaban el verdadero rostro de esta red: un sistema casi mafioso que explotaba su influencia para fines turbios, desde extorsión a figuras del espectáculo hasta la difusión de contenido manipulado sobre casos judiciales en curso.
La gota que colmó el vaso habría sido un video que Valeria planeaba publicar, donde, con pruebas en mano, denunciaría la conexión entre ciertos influencers y operadores políticos involucrados en campañas negras. Ese video, según fuentes cercanas a la investigación, fue lo que marcó su sentencia de muerte.
Harfuch no lo dijo directamente, pero sus declaraciones dejan entrever que alguien muy poderoso quería silenciarla antes de que el escándalo estallara. El hecho de que su asesinato haya ocurrido en vivo no fue casualidad. Fue un acto simbólico, calculado, diseñado para enviar un mensaje brutal: “Aquí nadie traiciona al sistema”.
Según Harfuch, los autores materiales del crimen ya fueron identificados, pero lo más alarmante es que uno de ellos tenía vínculos directos con otro influencer que aún sigue activo en redes, simulando luto y pidiendo justicia. El nivel de cinismo ha escandalizado incluso a los más escépticos.
Mientras tanto, la investigación continúa revelando detalles escalofriantes. En los dispositivos de Valeria, las autoridades encontraron chats con otros influencers donde se hablaba abiertamente de campañas pagadas, uso de bots y, en algunos casos, “daños colaterales” si alguien rompía las reglas del grupo.
Harfuch ha exigido colaboración total de las plataformas digitales para acceder a contenido cifrado que podría ampliar la red de involucrados. La opinión pública está dividida. Mientras algunos defienden a ciertos influencers, argumentando que todo podría ser una “cacería de brujas”, otros exigen transparencia total y justicia para Valeria.
Lo cierto es que este caso ha destapado una caja de Pandora: ya no se trata solo de un asesinato, sino de una estructura profunda de manipulación mediática disfrazada de entretenimiento. Los padres de Valeria, devastados, han pedido que se recuerde a su hija como alguien valiente que intentó hacer lo correcto, aunque le costara la vida.
Harfuch, por su parte, ha prometido llegar al fondo del asunto, aunque ha reconocido que hay intereses demasiado poderosos intentando frenar la investigación. “Esto no es solo un caso criminal. Es una batalla por la verdad en la era digital”, dijo en una conferencia reciente.
Con cada día que pasa, más detalles salen a la luz. Influencers que antes se mostraban intocables ahora están siendo llamados a declarar. Algunos han eliminado sus cuentas, otros guardan silencio absoluto. El país entero observa con atención, y el miedo se respira en el aire.
Porque si matar en vivo a una influencer fue la forma de proteger secretos… ¿qué no estarán dispuestos a hacer para que la verdad nunca se sepa?