El Papa Francisco, conocido por su profunda empatía y su incansable compromiso con los más vulnerables, albergaba un deseo que, aunque inalcanzable, reflejaba su esencia pastoral: viajar a Gaza. A pesar de su frágil salud y las complejidades políticas, el Pontífice soñaba con estar físicamente cerca de la pequeña comunidad católica de la parroquia de la Sagrada Familia, con la que mantenía contacto telefónico diario desde el inicio de los bombardeos israelíes. Este anhelo, revelado por el periodista italiano Lucio Brunelli, exvaticanista del Tg2 y amigo cercano de Jorge Bergoglio desde sus días como cardenal en Buenos Aires, pone de manifiesto la determinación de Francisco de llevar consuelo a los marginados, incluso en las circunstancias más extremas.
Un deseo nacido del corazón
El 20 de enero de 2025, Francisco, ya aquejado por una severa bronquitis que lo llevaría semanas después al Hospital Gemelli, compartió su intención con Brunelli. «Me confió el deseo de realizar un viaje a Gaza, una visita pastoral a la pequeña comunidad católica», relató el periodista. El Papa, que había seguido de cerca el sufrimiento de la población palestina, sentía que las llamadas diarias a la parroquia de la Sagrada Familia no bastaban para expresar su cercanía. En su mente, la imagen de sí mismo, en silla de ruedas, entre los escombros de la guerra, habría sido un mensaje poderoso de solidaridad no solo para los católicos, sino para toda la población de Gaza. «Sería una buena cosa», escribió Francisco en un correo electrónico recibido por Brunelli hace tres meses, añadiendo que hablaría con el Secretario de Estado para «sondear el tema».
Sin embargo, el empeoramiento de su salud, que culminó con su fallecimiento el 21 de abril de 2025, probablemente impidió cualquier intento de concretar esta idea. Además, las razones políticas y de seguridad hacían del viaje una misión casi imposible. Gaza, sumida en un conflicto devastador, representaba un escenario demasiado peligroso, incluso para un Papa que nunca había temido arriesgar su vida por estar cerca de quienes sufren.
Un Papa sin miedo a la guerra
La historia de Francisco está marcada por su valentía frente a los conflictos. A lo largo de su pontificado, demostró una y otra vez su disposición a visitar zonas de guerra, desafiando las advertencias de seguridad. En noviembre de 2015, abrió el Jubileo de la Misericordia en Bangui, República Centroafricana, a pesar de los consejos en contra, en un momento de extrema tensión en el país. En marzo de 2021, viajó a una Bagdad blindada y caminó entre los escombros de Mosul, en Irak, consciente de los riesgos; de hecho, más tarde se supo que las fuerzas de seguridad frustraron un atentado planeado contra él. En enero de 2023, visitó Kinshasa, en la República Democrática del Congo, pero tuvo que cancelar su etapa en el norte de Kivu, una zona tan peligrosa que el embajador italiano Luca Attanasio había sido asesinado allí en 2021.
Francisco también expresó su deseo de viajar a Kiev tras el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022. Durante un vuelo a Malta el 2 de abril de ese año, respondió a los periodistas que la idea estaba «sobre la mesa», aunque finalmente el viaje no se concretó. Para el Papa, su presencia en estos lugares no era un acto de temeridad, sino una forma de amplificar su mensaje de paz y de hacer un llamamiento más fuerte para deponer las armas. «Siempre ha pensado en las poblaciones que son víctimas», señaló Brunelli, destacando la profunda compasión que guiaba las decisiones de Francisco.
Gaza: un símbolo de su misión
El deseo de visitar Gaza no era un capricho, sino una extensión natural de la misión de Francisco como pastor. Desde el inicio de su pontificado, el Papa mostró una especial sensibilidad hacia las periferias del mundo, tanto geográficas como existenciales. Gaza, con su población atrapada en un ciclo de violencia y pobreza, representaba una de esas periferias que Francisco siempre quiso alcanzar. La parroquia de la Sagrada Familia, un pequeño oasis de fe en medio del conflicto, había sido un punto de contacto constante para el Papa, quien, a través de esas llamadas diarias, buscaba ofrecer consuelo y esperanza.
La imagen que Francisco imaginaba —él mismo entre los escombros, en silla de ruedas, rodeado de una comunidad devastada— habría sido un gesto de una fuerza simbólica inmensa. Habría enviado un mensaje al mundo: la Iglesia no se olvida de los olvidados. Pero las circunstancias, tanto su salud como la realidad política, convirtieron este sueño en un proyecto imposible.
Un legado de cercanía
Aunque Francisco no pudo realizar este viaje, su intención revela el corazón de su pontificado: un compromiso inquebrantable con los más vulnerables, sin importar los riesgos. Su muerte el 21 de abril de 2025, a los 88 años, dejó un vacío en la Iglesia y en el mundo, pero también un legado de humanidad y valentía. La historia de su deseo de ir a Gaza, como tantas otras de sus iniciativas, nos recuerda que Francisco no era solo un líder espiritual, sino un símbolo de esperanza para quienes viven en las sombras del conflicto y la desesperación.
Mientras el cónclave se prepara para elegir a su sucesor en mayo de 2025, queda la pregunta: ¿quién continuará el camino de Francisco, llevando la voz de la Iglesia a las periferias más peligrosas del mundo? Su sueño de Gaza, aunque no realizado, sigue siendo un testimonio conmovedor de su misión: estar cerca, siempre, de quienes más lo necesitan.
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