El sector empresarial salvadoreño enfrenta un momento de gran incertidumbre y expectativa tras el anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de imponer un arancel del 10% a las importaciones provenientes de El Salvador. Esta medida, que entrará en vigor en abril de 2025, ha generado preocupación entre exportadores, industriales y autoridades económicas, quienes analizan el alcance real del impacto en la economía nacional y buscan alternativas para mitigar sus efectos negativos.
Estados Unidos es el principal socio comercial de El Salvador, absorbiendo más del 30% de las exportaciones salvadoreñas. En 2024, las ventas a EE.UU. alcanzaron los $2,134.9 millones, con productos clave como prendas de vestir, plásticos y azúcar. Por su parte, las importaciones desde EE.UU. superaron los $4,423.4 millones, principalmente en hidrocarburos, medicamentos y vehículos. El comercio bilateral se ha regido desde 2006 por el Tratado de Libre Comercio CAFTA-DR, que eliminó gradualmente los aranceles hasta llegar a cero el 1 de enero de 2025, tras casi dos décadas de implementación.
Sin embargo, la reciente imposición de un arancel del 10% por parte de EE.UU. ha cambiado radicalmente el panorama. Esta decisión, parte de una estrategia global de la administración Trump para “hacer crecer” la economía estadounidense, afecta no solo a El Salvador, sino también a otros países de Centroamérica y el Caribe, aunque con tasas diferenciadas. Para los empresarios salvadoreños, la medida representa un duro golpe a la competitividad de los productos nacionales en el mercado estadounidense, principal destino de las exportaciones nacionales.
La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y la Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI) han manifestado su preocupación y están realizando análisis detallados sobre el impacto en sectores clave. Según Jorge Arriaza, director ejecutivo de la ASI, “es necesario medir con precisión el efecto de estos aranceles en las cadenas productivas y exportadoras, así como en el empleo y la inversión”. El temor es que el aumento de costos reduzca la demanda de productos salvadoreños en EE.UU., afectando a miles de empleos y a la balanza comercial nacional.
El déficit comercial de El Salvador con EE.UU. ya mostraba señales de deterioro antes de la entrada en vigor de los nuevos aranceles. En el primer bimestre de 2025, la balanza comercial cerró con un déficit de $389.8 millones, un 16.25% más que en el mismo período de 2024. Las exportaciones salvadoreñas a EE.UU. cayeron un 3.65%, mientras que las importaciones aumentaron un 5.9%[4][11]. Este contexto agrava la preocupación empresarial, ya que los nuevos aranceles podrían profundizar aún más el desequilibrio comercial.
El expresidente del Banco Central de Reserva, Óscar Cabrera, calificó la medida como “contradictoria”, ya que El Salvador importa mucho más de lo que exporta a EE.UU. y la economía salvadoreña depende en gran medida del acceso preferencial a ese mercado. Cabrera señala que, en lugar de fomentar el crecimiento, los aranceles podrían provocar una reducción en la demanda y una posible recesión, tanto en EE.UU. como en los países afectados.
El gobierno de El Salvador, liderado por Nayib Bukele, ha iniciado acercamientos diplomáticos con la administración Trump para buscar una solución negociada. En una reciente visita a la Casa Blanca, Bukele expresó su disposición a colaborar en temas de seguridad y migración, esperando que la buena relación entre ambos mandatarios facilite una revisión de los aranceles y la preservación de los beneficios comerciales.
El sector empresarial exige al gobierno acciones concretas para proteger la competitividad y el empleo, incluyendo la diversificación de mercados, incentivos a la innovación y el fortalecimiento de la diplomacia comercial. También se discute la posibilidad de buscar acuerdos bilaterales o regionales que compensen la pérdida de ventajas en el mercado estadounidense.
En conclusión, la expectativa empresarial por el acuerdo comercial con Estados Unidos es alta, pero está marcada por la incertidumbre. El futuro de miles de empresas y empleos depende de la capacidad de negociación del gobierno y de la resiliencia del sector productivo salvadoreño. Mientras tanto, los empresarios se preparan para un escenario desafiante, conscientes de que la relación comercial con EE.UU. seguirá siendo clave para el desarrollo económico de El Salvador.
La próxima ronda de negociaciones será decisiva para definir el rumbo del comercio bilateral y las oportunidades de crecimiento para el país en un contexto internacional cada vez más competitivo y cambiante.