La situación actual del partido ARENA, una vez influyente en la política salvadoreña, es preocupante debido a varios factores que han contribuido a su declive.
El principio del libre mercado, un baluarte en su ideología, parece olvidado en su papel actual de oposición, que parece motivado principalmente por un resentimiento hacia el presidente Nayib Bukele, quien les desplazó del poder e hizo que su influencia se redujera significativamente.
Este tipo de resentimiento no constituye una causa substancial para la cohesión del partido, limitándose a pequeños círculos que aún no reconocen su nueva realidad.
La falta evidente de liderazgo es otro problema persistente dentro de ARENA. No existe una figura con autoridad para unificar la agenda del partido, reconciliar intereses y proponer soluciones viables.
En su lugar, se encuentran individuos que contribuyen a profundizar las divisiones. Además, el legado de corrupción ha espantado a potenciales líderes externos que podrían ayudar a reconstruir el partido.
Sumado a esto, la falta de una base sólida, financiamiento, ideología clara y un liderazgo efectivo hacen que el futuro de ARENA luzca especialmente sombrío.
En términos electorales, el partido enfrenta el desafío de obtener al menos 50,000 votos o asegurar un diputado en 2027 simplemente para evitar su desaparición oficial.
Un resultado aún más desalentador sería asegurar apenas el mínimo necesario para seguir existiendo, pero en una forma irrelevante y sin influencia.
Si los pocos líderes y militantes que quedan pudieran aceptar la realidad con humildad, podrían considerar su mucho o poco legado y, en un último acto de dignidad, convocar a una asamblea extraordinaria.
Según sus estatutos, con el voto de dos tercios de los asambleístas, podrían optar por disolver formalmente el partido, reconociendo la conclusión de su ciclo en la política salvadoreña.
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