La guerra entre Rusia y Ucrania ha sumado un nuevo y alarmante capítulo con una serie de ataques masivos con drones lanzados por Moscú sobre varias regiones ucranianas en las últimas horas. Según fuentes oficiales, al menos 21 personas resultaron heridas y una falleció en la madrugada del miércoles 30 de abril de 2025, en medio de una escalada que ha sembrado el pánico entre la población civil.
El ataque más grave se registró en la región industrial de Dnipropetrovsk, donde 15 civiles sufrieron heridas de diversa gravedad. Ocho de ellos permanecen hospitalizados. Las imágenes difundidas por las autoridades muestran edificios residenciales y comerciales severamente dañados, con ventanas rotas y fachadas destruidas.
En la ciudad de Kramatorsk, en la región de Donetsk, un dron impactó en un edificio residencial, hiriendo a una niña de 11 años, su madre y su abuela. La ofensiva también alcanzó la ciudad de Járkov, donde múltiples incendios y explosiones causaron al menos dos heridos y daños en almacenes, estaciones de servicio e instalaciones industriales.
El gobernador de Járkov, Oleh Syniehubov, informó que oleadas de drones Shahed causaron al menos 15 explosiones en la ciudad, matando a una persona y dejando a otras siete heridas. Las fuerzas aéreas ucranianas aseguraron haber derribado 32 de los 55 drones lanzados por Rusia durante la noche, pero la magnitud del ataque evidencia la dificultad de proteger todas las zonas urbanas.
Otras regiones como Jersón y Zaporiyia también sufrieron ataques, con daños en infraestructuras críticas y viviendas. Las autoridades locales han pedido a la población extremar precauciones y refugiarse en sótanos o estaciones de metro durante las alertas.
Estos ataques con drones, cada vez más frecuentes y precisos, han cambiado la dinámica del conflicto, permitiendo a Rusia golpear objetivos lejanos y sembrar el terror entre la población. La comunidad internacional ha condenado la ofensiva y ha reiterado su apoyo a Ucrania, mientras continúan los esfuerzos diplomáticos para lograr un alto el fuego.
El uso masivo de drones en la guerra plantea nuevos desafíos para la defensa y la protección de civiles, obligando a ambos bandos a adaptar sus estrategias y sistemas de alerta. Mientras tanto, la población ucraniana sigue resistiendo, enfrentando noches de miedo y destrucción, pero también de esperanza y solidaridad.
El conflicto, lejos de resolverse, parece entrar en una fase aún más peligrosa, donde la tecnología y la capacidad de adaptación serán determinantes para el futuro de la región.