EL SALVADOR — En abril de 1983, dos eventos en Managua, Nicaragua, definieron el destino de la izquierda salvadoreña: el asesinato de Mélida Anaya Montes, conocida como comandante Ana María, y el suicidio de Salvador Cayetano Carpio, alias Marcial. Estos hechos marcaron un quiebre irreversible para el FMLN.
En aquel entonces, la comandancia del FMLN debatía en Managua, con mediación cubana y sandinista, tras el fracaso de la «ofensiva final» de 1981. Dos visiones chocaban: la de Marcial, que defendía la radicalización militar hacia el socialismo, y la de la mayoría, que abogaba por una solución negociada hacia la democracia.
Marcial, líder de las FPL, estaba en minoría. Los cubanos, sandinistas y cuatro de los cinco comandantes del FMLN apoyaban el diálogo. En este contexto, la madrugada del 6 de abril, Ana María, segunda al mando de las FPL, fue asesinada con más de 80 puñaladas mientras dormía.
Inicialmente, las autoridades sandinistas y el FMLN culparon a la CIA. Pero seis días después, tras el suicidio de Marcial, se afirmó que él ordenó el crimen. La versión oficial generó dudas, al punto que surgieron disidencias como el Frente Clara Elizabeth Ramírez y el Movimiento Obrero Revolucionario, que defendieron la inocencia de Marcial y acusaron traición de sus aliados.
Los eventos de Managua, envueltos en sospechas y rumores, dejaron una neblina de incertidumbre que persiste 42 años después. Las divisiones internas y la desconfianza liquidaron la cohesión de la izquierda salvadoreña, marcando su declive en un contexto de guerra fría.
Recientemente, un excombatiente del FMLN contactó al autor, asegurando tener información privilegiada sobre lo ocurrido en 1983. Tras verificar sus datos, se grabó un testimonio que promete arrojar luz sobre estos hechos tras 42 años de silencio. Los detalles se revelarán en una próxima columna.